Recientes estudios han confirmado que practicar ejercicio regularmente mejora la calidad de vida, reduce la mortalidad y evite que las personas sean hospitalizadas.
Existen investigaciones anteriores que también apuntaban al mismo beneficio de la caminata; pero a diferencia de ellos que sólo eran ensayos, los publicados recientemente en el ‘Journal of American Medical Association’, confirma que caminar a una velocidad de tres kilómetros por hora durante 30 minutos, tres veces por semana, mejora notablemente la salud de los pacientes con este problema.
Unos 2.331 pacientes con insuficiencia cardiaca moderada o grave, procedentes de Estados Unidos, Canadá y Francia, participaron en el estudio entre 2003 y 2008. La edad media era de 59 años. Los pacientes, divididos en dos grupos, recibieron una terapia estandarizada (primer grupo) y el otro demás, se sometió a un programa de ejercicio supervisado.
Este entrenamiento consistía en caminar en una cinta mecánica o pedalear en una bicicleta estática tres veces por semana hasta completar 36 sesiones. Al finalizar éstas, los participantes continuaban ejercitando en casa. El objetivo era cumplir 200 minutos de ejercicio por semana, aunque los miembros del grupo sólo alcanzaron el 60% de dicho compromiso en el transcurso de un año.
“El estudio demuestra que un poco de ejercicio es bueno para estos pacientes, pero hacer un poco más es aún mejor”, manifiesta Steven J. Keteyian, autor principal de uno de los dos artículos publicados.
El segundo estudio valoraba en los mismos pacientes los efectos del ejercicio en su calidad de vida, teniendo en cuenta que ésta se reduce considerablemente debido a que los dos síntomas más frecuentes de esta patología (dificultad para respirar y fatiga) influyen en el desarrollo de las actividades diarias.
“Dependiendo del grado de afectación, las limitaciones funcionales pueden ser desde grandes esfuerzos físicos más allá de la vida cotidiana hasta la sensación de cansancio incluso en estado de reposo”, expresó por su parte, Marcos Rodríguez Esteban, cardiólogo del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria, en Santa Cruz de Tenerife.
Cada tres meses durante el primer año y, después, anualmente los participantes rellenaban un cuestionario en el que se reflejaban sus limitaciones físicas, sus síntomas, su calidad de vida y sus restricciones sociales.
Al año, el 53% de los pacientes del grupo del programa de ejercicio experimentaron mejoras clínicamente apreciables desde el comienzo del ensayo, comparado con el 33% del otro grupo.
“Observamos que la mayoría de los miembros del grupo sometidos al programa de ejercicio supervisado experimentaron una mejora significativa en su calidad de vida, en muchos de los aspectos de sus actividades diarias, como vestirse, moverse, bañarse, salir de casa para ver a sus familiares y amigos…”, comenta Ileana Piña, una de las autoras de este estudio.
Con estos alentadores resultados que supone la práctica de ejercicio y la mejora de la calidad de vida, los científicos de ambos estudios, realizados en el Instituto de Investigación Clínica Duke, en Dirham, Carolina del Norte, apuestan por introducir en el tratamiento de estos pacientes un programa de ejercicio aeróbico supervisado.
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